4 Yo os conjuro, hijas de Jerusalén, no despertéis, no desveléis al
amor, hasta que le plazca.
5 ¿Quién es ésta que sube del desierto, apoyada en su amado? Debajo
del manzano te desperté, allí donde te concibió tu madre, donde concibió la
que te dio a luz.
6 Ponme cual sello sobre tu corazón, como un sello en tu brazo.
Porque es fuerte el amor como la Muerte, implacable como el seol la
pasión. Saetas de fuego, sus saetas, una llama de Yahveh.
7 Grandes aguas no pueden apagar el amor, ni los ríos anegarlo. Si
alguien ofreciera todos los haberes de su casa por el amor, se
granjearía
desprecio.
8 Tenemos una hermana pequeña: no tiene pechos todavía. ¿Qué
haremos con nuestra hermana el día que se hable de ella?
9 - Si es una muralla, construiremos sobre ella almenas de plata si es
una puerta, apoyaremos contra ella barras de cedro.
10 - Yo soy una muralla, y mis pechos, como torres. Así soy a sus ojos
como quien ha hallado la paz.
11 Salomón tenía una viña en Baal Hamón. Encomendó la viña a los
guardas, y cada uno le traía por sus frutos mil siclos de plata.
12 Mi viña, la mía, está ante mí; los mil siclos para ti, Salomón;
y
doscientos para los guardas de su fruto.
13 ¡Oh tú, que moras en los huertos, mis compañeros prestan oído a tu
voz: ¡deja que la oiga!